lunes, 23 de abril de 2012

Aromas de Sevilla

martes, 17 de abril de 2012

La leyenda de puntillas




Muy pocos pueden presumir de lo que él. Escasísimos seres humanos pueden mantener el talante de leyenda sin haber sido llamado a formar parte de la corte celestial, sin haber traspasado la frontera que universaliza al hombre, un hecho que a todos nos congratula. No le ha hecho falta distinguirse del resto del género humano más que por su nobleza, por su devoción y por su valerosa aportación al sentimiento macareno, por descubrir las esencias populares que transitan en la mañana del Viernes entre el mercado y las angosturas del dédalo de calles del barrio que le vió crecer, que le inoculó toda la sabiduría popular que se contiene en una soleá de Manolo Caracol, y por donde se derrama toda filosofía que transmite el Dios Sentenciado y permite acercar la divinidad del mensaje a la comprensión de todos. Hay hombres signados por la Providencia para ser recordados y exaltados en cantos populares, para figurar en la mitología que enraíza la sabiduría con lo proverbial sin tergiversar la grandeza que contiene en su origen, esa particular estancia donde lo diminuto puede llegar a transformarse en colosal por el mero hecho de pronunciar unas palabras, la exaltación multitudinaria del gentío cuando el argénteo fulgor de un llamador truena y convierte su sonido en impulso para elevar al Señor al cielo de la memoria.
No ha necesitado este hombre, ahora leyenda viva que pronuncia salmos flamencos cada vez que emite una palabra, que ha procurado paraísos a quienes se alojaban en la desolación y la tristeza con tan solo convocar el poder de cuarenta y ocho macarenos con el grito ahogado en su sentir, más que tener corazón para perturbar las emociones de quienes se acercaban a él cuando comandaba el paso del tribunal más hermoso del orbe católico, mi más motivos para alcanzar la felicidad que un rayo de sol atravesando los repujados de una canastilla dorada, en el amanecer del Viernes Santo, cuando la quilla de la nave se abría paso, majestuoso y elegante, ondeando su presunción de macareno, entre el oleaje de emociones embravecidas en el mar de la devoción.
Los afectos sacudieron los cimientos del templo que había abierto sus puertas a la expectación y la alegría, tras el paso del tiempo que se había obstinado en demudar la realidad de la despedida. La levedad sostenida de una columna de incienso, traslucido velo que separa las certidumbres del exterior, alejándolas del rigor de la autenticidad del momento, se elevaba para conformar el papiro donde se certificaría la última llamada, donde se escribiría, con la tinta enjugada en el pañuelo del alma, la crónica que leerán las generaciones futuras sobre el hombre que vio y mostró a Dios a través de las cosa sencillas. Como el primer día, alejó la mirada del mundo para centrarse en aquella serenidad que se le presentaba, en aquel rostro que tanto le reclamaba y al que tanto debía. Asió la aldaba que retiene su voz en el eco de un retumbe argénteo, el estrépito de la emoción que propulsa y transmite su propia turbación. Lo alzó, a sabiendas que no lo volvería a hacer, que cuando cayese lo harían treinta y tres años -¡toda una vida!- llevando al Cristo de la Sentencia por las calles de Sevilla. Todo el peso de este tiempo, toda la inmensidad de la espera, todo el amor derrochado fue izado a los cielos de la Macarena, cuando Miguel Loreto llamó a su gente y pronunció la encíclica que resuelve las dudas y procura las emociones, el estremecimiento en su mejor valor. “Lo quiero ver volar”. Obra de arte efímera, obra de arte que se enmarca en la memoria insustancial de quienes tuvimos la suerte de ver su ejecución, obra de arte que ha merecido el reconocimiento taxativo y unánime de la mejor Sevilla, de la eternidad que sigue rigiendo en este escogido espacio. Nunca un galardón ha tenido, ni adquirido tanto prestigio al concedérsele, a Miguel Loreto, capataz del Señor de la Sentencia, el premio Demófilo, a la mejor obra de arte efímera de la Semana Santa de Sevilla.

lunes, 16 de abril de 2012

Crónica de un macareno de Triana...




Era Jueves Santo por la tarde, no recuerdo exactamente la hora, pero llovia y no precisamente desde las nubes.

Sentado en el coche, ante la perspectiva de no ver ni una cofradia esa tarde por la maldita lluvia, me dirigía hacia el aljarafe a casa de mi hermana con mi hija, que el domingo de Resurrección cumpliría tres hermosísimos años. Como digo, iba en el coche escuchando el llamador y conectaron con el Hospital Virgen Macarena para narrar la visita de los Armaos Macarenos.

Estaba escuchando la retransmisión y llovía, una lluvia fina y pausada que nublaba mi visión y resbalaba por cada una de mis mejillas, un nudo en la garganta (como el que tengo ahora mismo) casi me impedia tragar saliba o respirar. Mi niña me miraba y me preguntaba por que lloraba, a lo que yo no supe que contestarle. Solo pasaba por mi mente la inmensa fortuna de tenerla sentadita en el asiento de atras en sus inocentes tres añitos en vez de en la habitación de un hospital como todas esas criaturas que estaban hablando por la radio, pero también lloraba por que volvía a encontrar algún motivo para creer en el hombre, por el orgullo de pertenecer a la misma tierra de esos hombre que, pese a lo duro de ese encuentro, eran capaces de afrontar la angustia y el trago amargo de ver tanta enfermedad y tanto desconsuelo y ser capaces transformarlo en amor, alegría y esperanza.

No sabre nunca expresar la gratitud que como sevillano, como hombre y como padre le debo a esa centuria de corazones emplumaos que van proclamando Sentencia de amor eterno a Dios y a los hombres donde los más puros sentimientos nacen, donde nunca falta la Esperanza por que es donde más falta hace, donde sobra el dolor y la pena que ellos con sus corazas de macarenos de oro combaten.

Pero no acaba aquí la cosa, después de cenar, vuelvo a mi exilio nazareno y acuesto a la niña, que ya era muy tarde. Yo me debatía entre salir a ver la madrugá o no, pero ... hacía tanto frio y había tal incertidumbre, eran las 11 creo, y seguía el agua... asi que me eche un rato con el llamador puesto a la espera de noticias y ... me quede dormido.

8:15 de la mañana. Me despierto. Dios mio!!! me he quedao dormido!! abro la ventana... sol, enciendo el ordenador... han salido todas las de la madruga... ¿que hago?¿me voy?¿no me voy?¿me dará tiempo?... os voy a decir una cosa de verdad, había estado soñando toda la noche con el paso del Señor de la Sentencia, con las marchas de la Centuria y con la forma de andar que os es caracteristica, no puedo explicarlo pero es asi ... de forma que me visto y salgo corriendo para mi Triana a dejar el coche e intentar ver algo. Aparque en la cuna de mis sueños, mi barrio León, al lado de mi, por desgracia, vacía iglesia de San Gonzalo, y salí corriendo dirección Reyes Católicos a ver si podía ver a mi Cristo de las Tres Caídas, que tanto me enseño a querer un trianero antiguo que se llamaba Fernando, mi abuelo, efectivamente, llegue a verlo y a llorar otro poquito pensando en una vieja historia y una cuenta pendiente entre El y yo que ya no podré cobrarme... Madre mía de la Esperanza y Madre de mi madre, perdona que este año no te vea en la calle, pero tengo que atender una llamada... De nuevo salgo a la carrera en dirección a la calle Feria, ... por Dios que llegue a tiempo!!!... ya estoy en calle Feria .... todo es verde esperanza, de punta a punta, hasta donde alcanza la vista... pero..en la esquina de Resolana... plumas!!... y un trono dorado!!!... he llegado a tiempo!!! consigo llegar ... y... vivi una experiencia nueva en mi vida, hermosa, gratificante y plena, me llene de aromas de barrio macareno, de fervor al Señor de la Sentencia, de macarenos moraos y de BARRIO con mayúsculas. VERDADERAMENTE BELLO Y EMOCIONANTE. Úna vez hubo entrado el Señor y satisfecha mi ansia de El, corri a la calle Feria de nuevo en busca de la Esperanza, de la de mi padre, de aquella a la que tantas veces el le había rezado por mi y por mis hermanos y cuya imagen preside el salón de mi casa... llueve amor en forma de pétalo, la dueña de nuestros anhelos se apodera de todo la que a su paso existe y se adentra entre la lluvia de amor y oraciones con empaque de emperadora, a llorar tocan de nuevo, ahora es mi padre el que por mis ojos llora.

Así ha sido mi experiencia macarena este año. Ha sido intensa y sorprendente para mi. Yo jamás podré ser armao macareno ni costalero de vuestro Señor de la Sentencia, pero os puedo jurar que me sentí armao y macareno hasta los mismos huesos.

GRACIAS DE TODO CORAZON POR HACERNOS SENTIR. POR HACERNOS TENER FE Y ESPERANZA. POR DARNOS MOTIVOS PARA VOLVER A CREER EN EL HOMBRE.

GRACIAS MACARENOS, CON PLUMAS O SIN PLUMAS, PERO MACARENOS.


Texto de nuestro querido amigo Caifás, costalero del Señor del Soberano Poder.

martes, 10 de abril de 2012

Los Hijos del Arco...







Una Semana Santa incompleta...


Este año ha sido una Semana Santa ha sido incompleta, por motivos metereológicos, frustando la ilusión de tantos y tantos cofrades que no han podido realizar su estación de Penitencia.

Solo por ellos, y para ellos, dedico esta entrada, y la Estacion de Penitencia realizada por mi Hermandad, la de la Macarena, será en memoria de ellos.

Por ellos vá, por La Misión, Pino Montano, Dulce Nombre de Bellavista, Padre Pío, Pasión y Muerte, La Corona, Jesús Despojado, La Paz, La Cena, La Hiniesta, San Pablo, Redención, Santa Genoveva, Santa Marta, San Gonzalo, Las Penas de San Vicente, Las Aguas, El Museo, El Cerro, Los Javieres, San Esteban, Los Estudiantes, San Benito, La Candelaria, Dulce Nombre, Santa Cruz, Los Negritos, Exaltación, Cigarreras, Montesión, Quinta Angustia, El Valle, Pasión, Carretería, El Cachorro, y todas y cada una de las Hermandades de esta Bendita ciudad, esperando que el año que viene venga más llena de ilusión, si cabe, y alabando al Señor y su Bendita Madre como ellos se merecen...

lunes, 9 de abril de 2012

Una injusta Sentencia...



Esta entrada está dedicada sola y exclusivamente a un gran amigo, que reboza macarenismo a raudales, donde su Amor por su Cristo de la Sentencia traspasa fronteras, un amigo que todos querríamos tener a nuestro lado, un gran costalero y mejor persona.

Esto vá por tí, Manuel Cabra Tomás...