Anoche soñé, soñé con la Fábrica de los Sueños, esa Bendita Basílica donde habita esa bella mujer con su hijo, donde como por arte de magia, cada madrugada, miles de personas vienen a tí, a implorarte, a rogarte, a pedirte que nunca las abandones bajo tu Manto de Esperanza.
Soñé que esa mágica noche iba contigo, acompañandote toda la noche, sin separarme de tí. Y me emocioné al ver las miles de caras que te miraban con lágrimas en los ojos al verte pasar.
Soñé que esa noche nunca acabaría, que me duraría toda la vida, sacando todas las fuerzas necesarias para no retirarme ni un solo momento.
Soñé que unas vocecitas angelicales te cantaban a las puertas de Santa Ángela de la Cruz, que sonaban a divinidad, como si estuviera en el mismo Cielo.
Soñé que tu Bendito Hijo, bajo una injusta Sentencia, caminaba por la calle Parras seguida de un mar de plumas blancas, esa Centuria Romana que tras verle esa carita morena no dudó ni un momento para acompañarlo hasta el fin de sus vidas, siendo fieles a Él.
Y soñé, soñé...
Y éste bonito sueño acabó. Me desperté. Con los ojos húmedos de haber llorado contigo, pero con el deseo de volver a verte en tu Basílica, en la fábrica de los Sueños.
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