domingo, 5 de febrero de 2012

Los armaos que visten de Roma Sevilla

Ayer, apareció un artículo en Pasión en Sevilla, el cuál me pareció muy interesante y digno de ser compartido con todos los macarenos y devotos. El artículo trata sobre los Armaos, y espero que sea de vuestro agrado.



En el paisaje de la Madrugada, en el atrio, junto a la muralla, bajo el Arco, por las calles anchas y estrechas, en la plaza de San Lorenzo, en el Hospital, la imagen no pesa. Es un mar de plumas blancas que parecen flotar sobre ese Gólgota en que se convierte Sevilla en su paso al Viernes Santo. Vienen los armaos, siguen los armaos a pie firme, marcial, hasta que el sol del medio día va recogiendo a la Macarena. Han estado veinticuatro horas posando en un lienzo de espectacularidad y solidaridad, el que convierte la ciudad en una Roma macarena, imposible y ensoñada.


Armaos de la Macarena

«El Chivo» —capitán de traje rico y lujoso que se hacía acompañar con un niño portando una vela que alumbraba tanto el camino como su figura en los finales del XIX, según reportaje en un «Blanco y Negro» de 1929 de Muñoz San Román—, Ramón Almagro, Francisco Durán Contreras, Antonio Ángel Franco, «El Melli»; José López, «El Pelao»; Pepe García... que también llevaron el mando de esta tropa romana tan sevillana... que ahora capitanea Fernando Vaz Calderón con hombres como «El Bigotes», «El niño del médico», «Boris», «El niño de Pajares», «Los cantarines»... son quienes escriben con sus plumas la historia de esta Centuria.

Pero hay que viajar hasta el siglo XVII para encontrarse con los primeros pretorianos de Pilatos acompañando a la Hermandad entre 1653 y 1657. Eran alrededor de veinticinco hombres de la feligresía de San Gil con armas alquiladas que, procedentes del Milanesado y el Reino de Nápoles, se guardaban en los almacenes concejiles de la Alhóndiga y en la torre de la Puerta de Triana, por cuyo transporte, limpieza y aderezo pagaba la corporación diecisiete reales de vellón, como ha quedado reflejado en un libro de cuentas de 1658.

Hay noticias, después, de pretorianos con armas que desfilaban en el XVIII. Y ya, en 1805, tras más de 150 años sin salir, volvieron a salir los armaos, ya como hermanos, pero la invasión francesa acabó con ellos al mismo tiempo que el mariscal Soult expoliaba el riquísimo patrimonio de iglesias y conventos.

Reorganizaciones hubo en 1865, frustrada por la Revolución del 68 que destronó a Isabel II, y en 1892 hubo otro intento, siguiendo una propuesta de Clemente de Sorolla, que fue rechazada, según publicaba Julio Martínez Velasco, en una serie titulada «La Semana Santa, antes y después de Rodríguez Ojeda».

Porque el hilo de la vida de la Hermandad de la Macarena y de su Centuria estaba ya, desde finales del XIX, en manos de este bordador genial que revolucionó las formas, creó el «estilo sevillano» y fue el artífice de la inigualable estética macarena.

Hasta el 4 de abril de 1897 no aprobaría la junta de oficiales la formación de la Centuria, cuya autorización firmó el cardenal De la Lastra. De esos tiempos data la primera intervención de Rodríguez Ojeda en la indumentaria de los armaos, manteniendo aún algo de la teatralidad romántica de la vestimenta de los armaos.

Probablemente, el único documento escrito que queda de antes de aquellos tiempos corresponde al autor ecijano Benito Mas y Prat, fallecido en 1892, quien en su libro «La tierra de María Santísima», describía a los armaos: «novísimas centurias por el lujo que ostentan y por el carácter grave y reposado de los que mandan, que, usando riquísimas ropas bordadas de oro, relucientes cascos y espadas y borceguíes salpicados de piedras finas, van tan orondos como podrían ir César y Pompeyo al frente de sus huestes... Sobre las cotas de malla lucen golas; sus clámides bordadas de oro y sus togas viriles adornadas a capricho demuestran que no fueron ellos los que pelearon en Munda ni conquistaron las Galias... Un bosque de plumas empingorotadas muévese como gracioso mar de espumas durante el tránsito, y a la luz del sol deslumbran las rodelas de metal, en cuyo centro un sol de latón dorado lanza a su vez centelleantes reflejos».

El genio juanmanuelino inventaría en 1915 el uniforme de esa Sevilla romana que encierra la Centuria, con las corazas «de costilla», cuyo diseño, según el profesor de Historia del Arte Andrés Luque Teruel, «toma de la columna de Trajano y que portaban las legiones a final del siglo I», eliminando las decimonónicas y teatrales clámides bordadas en oro y unificando las enagüetas en color tinto y flecos dorados... La estética es la que perdura básicamente, salvo la coraza, que en los cincuenta cambió Jesús Domínguez por la «de escamas», introduciendo además correas de cuero, rematadas con una cabeza de león, colgadas del final de la coraza.

En la historia de la Centuria, unida a la estética única y exclusivamente macarena, es también el relato de unos hombres que han forjado la realidad y la leyenda, su rito y su regla de una formación de hermanos, sobre los que por encima sólo está la Hermandad, con rangos que se cuentan por plumas y retruécanos de oro sobre corazas de plata.

Y ahora, a esperar esos caminos que se hacen largos y que mueren cortos hiriendo las memorias, para seguir escribiendo anales que trascendieron hace varias décadas la visión de pintoresca guardarropía y se convirtieron en pura filosofía e idiosincrasia macarena.
Con Antonio Burgos, macarenías de su Sevilla, salen los armaos «cuando a la tarde todos los viejos azogues de todos los viejos espejos de los armarios de dos puertas de la Macarena se han llenado de plumas y corazas... Son de verdad soldados de Roma».

 

Formación, rangos y uniforme de la Centuria

1 comentario:

  1. Gran entrada, casualmente en mi blog, he puesto algo sobre los armaos que espero te guste. Un fuerte abrazo desde el blog de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea. http://tertuliacofradecruzarborea.blogspot.com/

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